miércoles, 8 de julio de 2015


En un día caluroso de verano en el sur de la Florida un niño decidió ir a nadar

en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró

en el agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un cocodrilo se le

acercaba.

Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía. 

Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole, el

niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. 

Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán 

le agarraba sus ´permitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su

corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y

su amor no la abandonaba.

Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y

mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo

llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si 

le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y 

se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y 

señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son 

estas". Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con 

fuerza. "Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".





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